
El papa Francisco nombró al 80% de los cardenales que votarán por su sucesor
En las próximas tres semanas, el mundo católico volverá sus ojos a la Capilla Sixtina, donde 135 cardenales menores de 80 años se reunirán en cónclave para elegir al próximo Papa. Esta votación no solo definirá al nuevo líder de los 1.300 millones de católicos en el planeta, sino que también pondrá a prueba el alcance del legado de Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, tras doce años de pontificado.
El peso de Francisco en el cónclave es abrumador. De los 135 cardenales electores, 108 fueron nombrados por él, lo que representa un 80% del total de votos. Esta cifra no es menor: significa que la gran mayoría de los cardenales que decidirán al próximo Papa deben su puesto a Francisco, lo cual plantea la posibilidad de que su visión reformista y descentralizadora tenga continuidad en el Vaticano.
A su vez, 22 cardenales fueron nombrados por Benedicto XVI, el predecesor conservador de Francisco, y solo cinco por Juan Pablo II, quien dejó un largo legado doctrinal durante sus más de 26 años de pontificado.
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Pero más allá de las cifras, el próximo cónclave estará marcado por una transformación geográfica sin precedentes. En 2013, cuando Francisco fue elegido como el primer Papa latinoamericano, Europa aún concentraba la mayoría de los votos. Hoy, ese dominio ha cedido: los cardenales europeos representan el 39%, seguidos por Asia con el 17%, Norteamérica con el 15%, y Sudamérica y África con un 13% cada una.
Este cambio en la composición del cónclave refleja uno de los ejes de acción más claros de Francisco: la internacionalización de la Iglesia y la ampliación de sus márgenes hacia el Sur Global. Sin embargo, el interrogante central sigue siendo si estos cardenales apostarán por un sucesor afín a la visión pastoral y modernizadora de Francisco, o si buscarán un giro conservador que reactive las estructuras más tradicionales del Vaticano.
La historia ofrece señales ambiguas. En 2005, los cardenales eligieron a Benedicto XVI, un teólogo alemán cercano a Juan Pablo II, en un gesto de continuidad. Pero en 2013 sorprendieron al escoger a Francisco, un outsider argentino que propuso una reforma del poder eclesiástico y puso en el centro de su discurso a los pobres, el medioambiente y el diálogo interreligioso.
Aunque el Papa emérito ha promovido a algunos cardenales de corte progresista, no todos sus nombramientos fueron ideológicos. En muchos casos, respondieron a criterios como la representación regional, la pastoral en las periferias o el equilibrio diplomático. No obstante, en términos de estructura de poder, Francisco logró diluir significativamente la influencia del ala conservadora en el Colegio Cardenalicio.
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La intriga se intensifica con el factor italiano. La historia muestra que la mayoría de los papas han sido italianos, y casi todos europeos. Uno de los nombres que más resuena es Pietro Parolin, el secretario de Estado del Vaticano y mano derecha de Francisco. Su perfil diplomático, su cercanía con el actual pontífice y su origen italiano lo colocan como un favorito natural entre sectores moderados.
Sin embargo, en esta ocasión también se barajan candidaturas con potencial simbólico y disruptivo. Varios cardenales del África subsahariana y del este de Asia figuran como posibles sucesores, lo que replicaría el precedente de Francisco como primer pontífice no europeo en más de mil años. Una elección de este tipo marcaría otro hito en la historia de la Iglesia.
Un elemento que podría alterar el equilibrio es la fragmentación geográfica del colegio. Muchos de los cardenales designados por Francisco viven en diócesis alejadas de Roma y no interactúan regularmente entre sí, lo que dificulta la formación de bloques coherentes de votación. Esta dispersión puede abrir el juego a candidaturas inesperadas o a consensos forzados, especialmente si se requieren múltiples rondas de votación.