
La “batata de agua” pone en jaque a pescadores y comunidades palafíticas de la Ciénaga Grande de Santa Marta
La Ciénaga Grande de Santa Marta, el humedal más grande del Caribe colombiano y patrimonio de la humanidad, enfrenta una crisis ambiental y social que tiene en vilo a miles de familias. La invasión de la planta acuática Hydrilla verticillata, conocida localmente como “batata de agua”, ya cubre más de 700 hectáreas en sectores como Nueva Venecia y Buenavista, bloqueando la pesca, alterando el ecosistema y poniendo en riesgo la supervivencia de comunidades palafíticas que dependen de este complejo lagunar.
Catalogada como una de las plantas más agresivas del planeta por su alta resistencia y rápida reproducción, la Hydrilla desplaza a la vegetación nativa, reduce los niveles de oxígeno del agua, altera la dinámica de los peces y obstruye la navegación. Su presencia no solo afecta la biodiversidad, sino que golpea directamente la economía local y la seguridad alimentaria de poblaciones que han vivido durante generaciones de la pesca artesanal.
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“Esa planta invasora está causando un grave perjuicio a la comunidad palafítica y, sobre todo, a los pescadores que derivamos nuestro sustento diario de la faena. Si no se toman medidas a tiempo, esto se va a tornar crítico y podría significar un desplazamiento masivo de las comunidades hacia otros territorios”, advirtió Enrique Maldonado, dirigente de los pescadores del complejo lagunar.
El origen del problema
El avance de la Hydrilla en la Ciénaga se ha visto favorecido por el ingreso de sedimentos, material vegetal y maderas provenientes del río Magdalena, a través de un boquete abierto en el caño Aguas Negras sin control técnico. El fenómeno, según expertos, aceleró la expansión de esta especie que no es nativa de la región y que ya había generado estragos en ecosistemas de países como Estados Unidos y la India.
La situación ha reducido de manera drástica las capturas de peces. “Antes una jornada de pesca podía dejarnos 200 mil pesos; hoy apenas alcanza para sobrevivir. Vivimos por obra y gracia de Dios”, agregó Maldonado, quien asegura que la crisis amenaza con romper el relevo generacional en la pesca: los jóvenes ya no ven futuro en una tradición que ha sido transmitida de padres a hijos por siglos.
Reclamo urgente al Gobierno Nacional
La situación ha llevado a que las comunidades y las autoridades locales eleven un grito desesperado ante instancias nacionales por las graves consecuencias que se derivan de este fenómeno.
Ante esto, la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (Corpamag) reconoció la magnitud de la emergencia y pidió al Gobierno Nacional activar de inmediato la Mesa Interinstitucional de la Ciénaga Grande para articular soluciones sostenibles. Como acciones inmediatas se implementa la construcción de una estructura artesanal para frenar el ingreso de sedimentos y una prueba piloto de remoción manual de la planta en un sector de una hectárea.
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No obstante, los pescadores consideran que estas medidas son insuficientes frente a la magnitud del problema. “Aquí el Estado brilla por su ausencia. Esto es un abandono total. Ni el Gobierno Nacional, ni la Gobernación, ni las alcaldías han asumido el liderazgo que corresponde. La Ciénaga se nos muere y con ella muere nuestra cultura”, denunció Maldonado.
El dirigente pesquero recordó que en otros lugares como Magangué, en Bolívar, se ejecutaron planes de limpieza de cuerpos de agua con participación directa de los mismos pescadores, quienes fueron contratados mediante jornales para remover manualmente la maleza. “Eso generó ingresos y a la vez ayudó a recuperar el ecosistema. ¿Por qué no hacerlo también aquí?”, cuestionó.
La crisis va más allá de lo ambiental. Las comunidades palafíticas alertan sobre un posible “desplazamiento silencioso”: la pérdida progresiva de la pesca y del equilibrio de la Ciénaga empujaría a familias enteras a abandonar sus pueblos, no por causa de la violencia armada, sino por la degradación del ecosistema y la indiferencia institucional.
“Lo que está en juego no es solo la pesca, sino la vida de un pueblo entero. Este no es un tema para manejar desde un escritorio en Bogotá. Que el presidente Gustavo Petro, la ministra de Ambiente y el ministro de Agricultura vengan y vean de primera mano la situación. Aquí lo que se necesita es presencia real y acciones de fondo”, clamó el líder pesquero.
De no actuar con urgencia, advierten pescadores y expertos, la Hydrilla podría convertir a la Ciénaga en un “cementerio acuático” y acelerar el desarraigo de comunidades cuya identidad cultural está ligada a la pesca ancestral.