
El Magdalena le apuesta a la dignidad escolar con el inicio de obras en 100 sedes educativas
Las paredes agrietadas, los techos con riesgo de colapso y los baños inservibles han sido por años parte del paisaje escolar en muchas zonas del Magdalena. Hoy, un proyecto de mejoramiento de infraestructura en 100 sedes educativas ofrece una esperanza concreta a más de 100 mil estudiantes que cursan su formación básica en condiciones adversas.
Con una inversión total de $78.600 millones y un plazo de ejecución de seis meses, esta iniciativa de a Gobernación del Magdalena intervendrá 10.710 metros cuadrados de infraestructura en escuelas ubicadas en municipios no certificados del departamento, con una asignación máxima de $600 millones por sede.
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Las obras incluirán reforzamiento estructural, arreglo de cubiertas, mejora de pisos, luminarias, redes eléctricas e hidráulicas, además del mantenimiento general de baños y zonas comunes.
Según cifras de la Secretaría de Educación Departamental, más del 60% de las sedes educativas públicas del Magdalena presentan deterioro moderado o severo. La falta de inversión acumulada por décadas convirtió la infraestructura escolar en un reflejo de la desigualdad territorial.
Padres de familia, docentes y líderes comunitarios han recibido el anuncio con entusiasmo, aunque también con cautela. En otras ocasiones, planes similares han terminado en obras inconclusas, contratos incumplidos o remodelaciones mínimas que no resuelven el fondo del problema.
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“Esta vez confiamos en que sí cumplan. Nuestros hijos merecen estudiar en condiciones dignas, como en cualquier otra parte del país”, expresó Luz Marina Díaz, madre de tres niños que asisten a una escuela rural en El Banco.
El reto no es menor: garantizar que las obras se ejecuten con transparencia, calidad y dentro de los plazos establecidos. Además, la comunidad educativa insiste en que el mejoramiento físico debe ir acompañado de dotación, conectividad y acompañamiento pedagógico, para que el cambio no sea solo de apariencia.
Este ambicioso esfuerzo, aunque insuficiente para resolver todos los déficits estructurales, marca un punto de partida para saldar una deuda con generaciones enteras de estudiantes que han tenido que aprender en medio de precarias condiciones.