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AFP
28 Mar 2020 08:40 AM

Con los humanos confinados, la naturaleza resurge

La desaparición de la cacofonía humana es "beneficiosa" para los animales, según los expertos.

Pájaros cantando a todo pulmón, jabalíes caminando por la ciudad y delfines de regreso en las costas. El confinamiento ha dado vía libre a los animales, que disfrutan de la calma, y los humanos se toman más tiempo para observar la naturaleza.

En los primeros días del confinamiento por el coronavirus, los habitantes de las grandes ciudades redescubrieron el canto de los pájaros. Se vieron jabalíes en Barcelona y a un puma silvestre deambulando por las calles desiertas de Santiago de Chile.

Con la brutal caída de la presencia humana en las calles, los animales salvajes urbanos "tienen vía libre para pasear por las ciudades", dijo a  Romain Julliard, director de investigación del Museo Nacional de Historia Natural de París.

Cita el ejemplo de los zorros. Estos animales "cambian su comportamiento muy rápidamente, cuando un espacio está tranquilo, van", señala.

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Asimismo, los animales y las aves que viven en los parques urbanos, como los gorriones, palomas y cuervos, pueden abandonar su territorio habitual y "liberar espacio para otros animales".

En cuanto a los pájaros, no es que haya más, sino que ahora se los puede escuchar cantar. Algunos pájaros "dejan de cantar cuando hay ruido. Ahora vuelven a cantar", explica Jérôme Sueur, especialista en acústica del Museo Nacional de Historia Natural.

"El ruido también altera su comportamiento y genera estrés", explica. 

La desaparición de la cacofonía humana es "beneficiosa" para los animales, en plena primavera en el hemisferio norte.

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El confinamiento de los humanos coincide, para ciertas especies, con el apogeo de la temporada de apareamiento. 

Es el caso del sapo común y de la salamandra moteada, que "muchas veces son atropellados cuando cruzan las carreteras", explica Jean-Noël Rieffel, director regional de la Oficina Francesa de la Biodiversidad.

Las gaviotas de cabeza negra, que anidan en los bancos de arena del río Loira, en Francia, suelen ser perturbadas en tiempo normal. Pero ya no hay más caminantes, ni perros, ni canoas. Tampoco hay curiosos que molesten a los cervatillos.