
Gobierno Nacional destina $4.000 millones para construir puentes que conecten a comunidades indígenas apartadas en la Sierra Nevada
La Sierra Nevada de Santa Marta, ese macizo sagrado donde habitan los pueblos Arhuaco, Kogui, Wiwa y Kankuamo, comienza a ver una promesa de alivio frente al aislamiento que enfrentan muchas de sus comunidades.
La Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) destinará más de $4.000 millones para construir puentes peatonales en territorios de difícil acceso, buscando garantizar pasos seguros en épocas de lluvia.
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El anuncio se dio durante una visita del director de la entidad, Carlos Carrillo, a distintos resguardos, entre ellos Nabusimake, capital ancestral del pueblo Arhuaco, y Ciudad Perdida, donde las autoridades indígenas expusieron los riesgos que enfrentan y las limitaciones que imponen las quebradas crecidas o el mal estado de los caminos.
“Estamos hoy aquí en Teyuna, la Ciudad Perdida de la Sierra Nevada. Esta es una joya arqueológica más antigua que Machu Picchu y que pocos colombianos han tenido el privilegio de visitar. Acá estamos acompañando a las comunidades, aprendiendo de ellas, conociendo sus propios planes de gestión del riesgo y avanzando en la instalación de algunos puentes peatonales”, dijo Carrillo.
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El funcionario agregó que la Unidad está estructurando un proyecto con distintos puentes y que se buscará “la manera más expedita de hacerlos, bien sea a través de un convenio con Invías o mediante una contratación de emergencia directa”.
Además de los puentes, la UNGRD adelanta con los cabildos indígenas la construcción de mapas comunitarios del riesgo y la capacitación en manejo integral del fuego, dentro del programa Entretejidos, que promueve el liderazgo de las mujeres indígenas en la gestión del riesgo.
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El reto, sin embargo, va más allá de la infraestructura. La Sierra, con su riqueza natural y cultural, sigue siendo un territorio donde la institucionalidad llega con lentitud y donde las comunidades deben enfrentar solas el impacto de la erosión, las lluvias o los incendios forestales. El anuncio de la UNGRD, aunque esperanzador, será una prueba de si el Estado puede finalmente cumplir su palabra en los territorios que por décadas ha mantenido en el olvido.